Vico C: el tábano vuela de nuevo

El filósofo del rap afirma su doctrina. Mientras la pesquisa por “la evolución” y otras bravatas reggaetoneras han llevado a sus adelantados a fundir el auto tune (Alexis y Fido), a diluir su marginalidad entre baladas y palmeras (Tito el Bambino, Daddy Yankee) o habitar una fantasía de ciencia ficción fluorescente (Don Omar, Wisin & Yandel), Vico C vuelve con su primer disco de estudio desde “Desahogo” (2005) y con ganas de enseñar su método: ese que dice -y hay que creerle- aprendió cuando casi se desnuca en su moto y estuvo muerto por minutos; cuando se enganchó con los químicos de farmacia y de esquina; y cuando salió resucitado de la cárcel, justo para decir que ni el reggaetón, ni el dembow, ni nada lo impresiona mucho, porque los vio crecer en su Puerto Rico de la infancia.
“Te lo digo desde los noventa”, recuerda en el tema homónimo de “Babilla” y de a poco comienza a repasar a los cabrones de cartón que habitan el género y los barrios (“¿Querías ser Montana? Ahora sal por la ventana”, acusa en “Babilla”; “ahora andas con la 9 mm / ahora te respetan, ahora si te quieren / te ríen todos los chistes / pero anoche te trickearon después que tú te fuiste”, en “Payasito”).
La misma obsesión que mueve un turro de letras de Calle 13 acá se alterna con paisajes desoladores de balas perdidas y miseria sanitaria (“Pólvora”, “Agua”), piropos y cachondeo soul (“Sentimiento”, gran coro con Arcángel, o “Moriré”, “Angelina”), reggaetón químicamente puro (“Se escapa”, “El corazón se pone bruto”), o el obligatorio guiño salsero en “Aquí la que falló fue usted”, junto a Andy Montañez.
Habrá sacado pinta de reggaetonero (sin joyas, por suerte) y comienza el disco con esos sermones de autoafirmación y provocación insoportables, pianito mafioso detrás y todo -“Babilloso es el que aguanta presiones y se va por encima de su propia rabia para evitar tragedias, / babilloso es el que no se vende, valiente es el que perdona. / Babilloso soy yo”-, pero Vico C corta las lecciones justo antes de aburrir, dejando espacio a bases en la tradición del p-funk con algún toque retro (“La prueba de farmacia”), una fijación circense o algún regalo para cabecear en el subwoofer. Y la cabeza que sigue ágil en el tábano de un estilo medio perdido, el padre no reconocido de un linaje extraviado.